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Discurso del Obispo de Nueva York en la 239ª Convención de la Diócesis de Nueva York

14 de noviembre 2015
La Catedral San Juan el Teólogo

Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

Es un gran placer darles la bienvenida a esta 239a Convención de la Diócesis de Nueva York, en su propia magnífica e histórica Catedral San Juan el Teólogo. Quiero expresar mi agradecimiento al Dean Kowalski por la hospitalidad de la catedral, a la Canóniga Julia Whitworth quien trabajó con nosotros para producir nuestra liturgia de esta mañana, y a todo el personal y a los voluntarios de la catedral. Es magnífico estar aquí.

El Obispo Shin y yo hemos pasado un año completo como colegas en el ministerio episcopal de esta diócesis y ha sido una alegría y una experiencia muy satisfactoria. Allen es una persona con una mente teológica aguda, un divertido sentido del humor, y un amor por esta diócesis, sus iglesias y su gente. El se ha convertido en más que un colega de confianza, y él es un verdadero amigo. Él está a cargo de la supervisión específica del desarrollo congregacional, las capellanías universitarias, los ministerios de los adultos jóvenes, y la mediación de conflictos. Y él está haciendo este trabajo con vigor. Dentro de poco ustedes oirán su informe acerca de ese trabajo. Aprendo de Allen todo el tiempo, y sé que él nos llevará por caminos que ni siquiera sabíamos estaban frente a nosotros. Él es una bendición, y estoy encantado de que él y Clara hayan encontrado un hogar entre nosotros en Nueva York.

Quiero decir una palabra acerca de un cambio en el 1047 que no ha sucedido aún, pero sucederá antes de nuestra próxima convención. Y esa es la re-jubilación del Canónigo Michael McPherson. Como ustedes saben, le pedí a Michael que regresara a un puesto que él ya había ocupado por muchos años, para ayudarnos en la transición en nuestra oficina financiera. Le pedí que evaluara nuestras oficinas y sistemas, que aportara claridad y orden a nuestros procedimientos, y prepararnos para llamar a un Jefe de Operaciones y Finanzas permanente. Él me ha dicho que estamos listos, y esa búsqueda ahora está en marcha, con la esperanza de que vamos a poder ofrecer la posición a un(a) candidato(a) a fin de año o cerca de esa fecha.

Pero, antes del verano se me había encargado la tarea de reclutar un(a) presidente(a) para el comité de búsqueda, y yo lo seguí postergando una y otra vez. Finalmente, me pregunté por qué no podía acordarme de hacer esto, y me di cuenta que era porque estaba anticipando con tanto miedo la salida de Michael. Él ha sido tan buen asesor y consejero como yo lo hubiese podido pedir, y él es un amigo. Es demasiado pronto para decir adiós, pero no lo es para felicitarlo en esta convención con gratitud y profundo afecto, porque no sé cómo yo habría hecho este trabajo sin él. Hace un tiempo me enteré de que Michael y yo compartimos una devoción por los escritos de Nikos Kazantzakis. Michael, tú conoces este famoso pasaje de su informe al Greco: “Le dije al almendro, ‘Hermana, háblame de Dios.’ Y el almendro floreció”. A través de tus ojos, Michael, he visto florecer el almendro en Nueva York.

En agosto les escribí para anunciar e inaugurar el plan estratégico para la Diócesis de Nueva York, y despegamos en octubre. Gay Jennings, Presidente de la Cámara de Diputados de la Iglesia Episcopal,

y Steve Smith, un consultor estratégico en finanzas y presupuesto de la iglesia, se han comprometido a facilitar este plan e invité a quienes se sentían llamados a trabajar de cerca con ellos en un comité asesor. En octubre los facilitadores y el comité asesor se reunieron por primera vez, y se realizaron entrevistas con los dos obispos y con cada miembro del personal diocesano. Ellos regresarán a la diócesis poco después de Acción de Gracias para expandir esas entrevistas en toda la diócesis. Como resultado, ustedes recibirán herramientas de evaluación y medida de la misión y de los ministerios de la diócesis, y habrá reuniones de grupos por región donde se puedan conocer las prioridades y las principales preocupaciones de nuestras iglesias. Es nuestra intención venir a esta convención en noviembre próximo con resoluciones para la restauración de los cánones diocesanos acerca de nuestras estructuras para conformar y financiar la misión, acerca de las contribuciones financieras y las finanzas, y para trazar una dirección para esta diócesis hacia el crecimiento y la expansión de nuestra misión en la próxima década.

Se ha completado un informe final sobre el trabajo de Indaba de esta diócesis, el cual se les hará llegar la semana que viene. Ustedes deben saber por qué hicimos esto, por qué fue importante, y qué hemos aprendido los unos de los otros. Después de la segunda y tercera Indaba, casi la mitad de las iglesias de la diócesis participaron en al menos un ciclo de conversaciones interculturales en nuestros tres distritos y siete condados. Estas relaciones construidas entre regiones y pueblos ya están rediseñando la cultura de esta diócesis, y están ayudando a nacer un compromiso renovado de nuestras iglesias del uno con el otro. Eso es lo que he estado llamando un “Entendimiento Compartido de Nuestra Vida en Común”. Esa responsabilidad y ayuda mutua, esa visión y vida compartida, es esencial para el trabajo en el que estamos participando. La Diócesis de Nueva York desde hace mucho tiempo ha identificado como el centro de nuestra misión el ser una presencia efectiva de la iglesia en las comunidades pobres. Nuestro compromiso con los pobres debe ocupar el centro de nuestra vida evangélica, pero durante el próximo año vamos a estar exigiéndonos a nosotros mismos en cada lugar. ¿Qué significa ser eficaz? ¿Qué significa ser iglesia? ¿Qué significa estar presente? No se trata de soluciones fáciles, ni tampoco es un proceso por el cual se pueda preservar todo tal como está, sólo bajo un nuevo nombre. Y sé que el cierre del Plan de Apoyo Congregacional y los cambios en las formas en que la diócesis apoya a los ministerios locales es donde existen algunas de las más grandes ansiedades. Es mi convicción de que cada parroquia está destinada a asumir la responsabilidad de su propia vida, de modo que pueda ofrecer y establecer ministerios libremente para servir al pueblo de Dios y para atraer a todos los corazones que buscan una auténtica experiencia de Dios. Queremos crear las herramientas para apoyar y equipar esto. Donde vamos a seguir invirtiendo recursos significativos para los presupuestos operativos de las iglesias, todo será basándose en el apoyo a la gente pobre en las iglesias pobres en las comunidades pobres. Lugares donde la Iglesia Episcopal debe estar, pero donde la gente de la comunidad no tiene los recursos para apoyar el ministerio por sí mismos.

Más allá de eso, es absolutamente necesario que nos alejemos del escenario de simplemente reaccionar a las fuerzas demográficas, culturales y económicas más grandes que nos imponen un sentido inmanejable de la decadencia y el fracaso. Eso nos está matando. Nos está haciendo miserables. No podemos existir sólo para pensar sobre cómo mantener nuestras iglesias abiertas por un día más o cómo exprimir un dólar más de los activos ya limitados, o cómo cortar otra parte de nuestro programa, o cómo estar en paz con tener que cortar nuestras pérdidas constantemente. Tampoco tengo ningún interés en encontrar una manera de hacer un poco más fácil un proceso que va en continua decadencia.

He dicho que si lo único que estamos haciendo es sobrevivir, ciertamente no sobreviremos. Y para muchas de nuestras iglesias, es el centro del tiro al blanco dibujado en nuestro pecho. Un tercio de nuestras iglesias están creciendo (algunas enormemente); muchas están sosteniéndose, pero a menudo con un trasfondo de ansiedad; muchas otras están hundidas. Estoy seguro de que el crecimiento en número de personas y en dólares no es la única, ni siquiera la mejor señal de salud congregacional, y lo que identificamos como salud congregacional y misional es diferente en diferentes lugares, grandes y pequeños, ricos y pobres, urbanos y rurales. Tenemos que descubrir lo que eso significa y puede significar en cada lugar. Pero estoy convencido de que ese auto-descubrimiento requerirá que las comunidades locales asuman la responsabilidad de su propia vida y ministerio, y vivan en libertad, pasando desde los extenuantes gastos de energía para tratar de manejar la declinación, a una visión redefinida de la iglesia para una nueva era. En algunos lugares esto va a significar decisiones difíciles o la reasignación de activos para apoyar la nueva obra. En el centro del plan estratégico está el prepararse para ello, o para el examen de conciencia que impulse ese discernimiento. Hace tres semanas me uní a la gente de la Iglesia de la Trinidad en Mount Vernon para el servicio final de esa parroquia. Era el 159o aniversario de la fundación de esa iglesia por el Obispo Horatio Potter. Celebramos la última eucaristía, y comimos el último pan y bebimos el último vino y yo prediqué la última homilía, y después de la comunión, desmontamos el altar. Del mismo modo que lo hacemos el Jueves Santo. Y como en el Jueves Santo, lavé el altar de piedra con el vino y el agua mientras la congregación observaba en silencio en medio de sus lágrimas. Y yo hice las oraciones para secularizar el edificio de la iglesia, y puse mi mano en el altar y le pedí a Dios que le quitara la santidad. Tuvimos que hacer esto, porque este verano la junta parroquial votó que cerraran la parroquia y ahora vamos a dejar esa propiedad atrás. Fue doloroso, y al mirarles a ustedes ahora, reflexiono que ésta es la primera vez, en más de un siglo y medio, que esas personas buenas no se han sentado con nosotros en la convención.

Sin embargo, la decisión de cerrar fue la más realista.

Y en el 2015 otras tres juntas parroquiales en nuestra diócesis hicieron lo mismo. La Iglesia de Cristo en Patterson. La Iglesia de la Trinidad en Mount Vernon. La Iglesia Santa María en Scarborough. Y finalmente justo esta semana la Iglesia San Andrés en Poughkeepsie. A estas juntas parroquiales no se les pidió hacer esto. Las circunstancias de deterioro o colapso que llevaron a estas iglesias a su fin difieren de parroquia a parroquia, pero al final la decisión de cerrar fue la apropiada, un acto responsable de los líderes parroquiales que se dieron cuenta que la forma en que terminamos las cosas es tan importante como la forma en que las empezamos, e imponer a las iglesias que amamos una muerte lenta y prolongada, dolorosa y desesperada, es una traición a la fe de los fundadores y de la vitalidad que una vez tuvieron las iglesias y no puede ser lo que Dios quiere. A veces tenemos que dejar ir las cosas que amamos.

Ayudar a las iglesias en todos los niveles requiere una evaluación realista, fiel, esperanzadora de sus vidas y sus ministerios, y abre nuestros ojos a nuevas formas de realizar la apasionante obra transformadora que Dios está poniendo siempre ante nosotros, éste será un fruto del plan estratégico. Probablemente, sólo un pequeño número de nuestras iglesias tendrá que tomar la decisión que estas cuatro tomaron, aunque algunas seguramente lo harán, pero hay muchas más que deben reorganizarse y reevaluarse, debido a que en muchos lugares los supuestos que se han hecho acerca de cómo mantener las parroquias y hacer el ministerio, simplemente ya no funcionan en el terreno cultural y demográfico que ha cambiado bajo nuestros pies.

Así es que también estoy preparado para recibir una resolución esta mañana de la que una vez fue la próspera Iglesia El Buen Pastor en Newburgh, pidiendo que sea disuelta como parroquia y sea recibida como una misión de la diócesis. La pequeña congregación anglo ha tomado conciencia que simplemente no puede seguir, y nos ha pedido – a todos nosotros – que asumamos la responsabilidad de seguir construyendo la congregación latina que llama al Buen Pastor, su hogar. Allí hay importantes ministerios sociales y comunitarios que deben continuar y un pueblo que todavía necesita ayuda para ser una iglesia. De nuevo, esto es una decisión fiel, un reconocimiento de las duras realidades y una expectativa esperanzadora de lo que Dios todavía puede hacer en ese lugar, y hacerlo por medio de nosotros en ese lugar. Invito a la resolución, y doy la bienvenida a las responsabilidades que vienen con ella, y les pido su apoyo cuando esta resolución sea puesta ante ustedes hoy.

Ustedes recordarán que en nuestra última convención ustedes pasaron tiempo en grupos pequeños, compartiendo sobre las formas cómo se vivían y manifestaban la salud y la vitalidad en sus propias parroquias, y las posibilidades de transformación del evangelio. Me conmovió profundamente lo que ustedes reportaron, las historias que contaron, el testimonio que dieron. Yo sé que Dios está haciendo un trabajo increíble a través de ustedes en todo lugar, y lo veo entre vosotros cuando voy en mis visitas dominicales. Así es que sé que estamos más listos de lo que podríamos imaginarnos para identificar y nombrar las señales de salud que deben ser las características de cada iglesia. Aunque muchas iglesias luchan con pocos recursos, ésa no puede ser toda nuestra historia y hay que prestar atención a la forma en que somos testigos del amor y del poder y de la gracia de Dios en nuestras comunidades.

Aquí es donde creo que comienzan las señales de salud congregacional; las cosas que cada iglesia debe hacer si quiere ser una iglesia:

Cada iglesia tiene la responsabilidad de cultivar la fe cristiana en niños y jóvenes. Y debo decir que el no tener niños en tu congregación, no te libera del compromiso. Hay niños en tu ciudad, y hay muchas maneras maravillosas de hacer este ministerio, además de las clases graduadas por edad del domingo por la mañana.

Cada iglesia debe proveer oportunidades para la educación cristiana de adultos y la formación espiritual.

El camino del discipulado es un viaje de toda la vida. El eunuco etíope le preguntó a San Felipe, ¿Cómo puedo entender estas escrituras a menos que alguien me enseñe?”. Y ese mismo imperativo llega a todas las iglesias de todas las épocas en todo lugar.

El nivel mínimo de lo que hacemos en la mañana del domingo debe ser la excelencia. Cada iglesia es responsable de proporcionar una devoción significativa, creativa, hermosa adoración con una prédica viva, significativa, de profunda e interesante reflexión. Esto es lo principal, por lo tanto necesita nuestro mejor esfuerzo. Cada iglesia en su fiel servicio debe llegar al que sufre y al necesitado y a la gente pobre en las comunidades en las que vivimos, y dar apoyo a la misión cristiana de cerca y de lejos.

Todas las congregaciones tienen la obligación de trabajar por la justicia, la paz y la reconciliación, recordando nuestro mandato bautismal “respetar la dignidad de cada ser humano”.

Ustedes deben proporcionar un liderazgo eficaz ordenado, y la garantía de continuar el cuidado pastoral de la congregación. El número de iglesias pequeñas que dependen de clérigos provisionales sólo está socavando la estructura misma de la vida de la iglesia anglicana y del desarrollo comunitario, causando un entorpecimiento a nuestro testimonio público.

Cada iglesia debe asumir la responsabilidad del cuidado y la preservación de sus edificios y propiedades, y ser buenos administradores de estas posesiones tangibles para el apoyo de nuestros ministerios.

Y nuestras iglesias están obligadas a participar en la vida común y la misión de la diócesis mediante la participación en el presupuesto.

Sé que muchas de nuestras iglesias medianas y pequeñas, y nuestras iglesias pobres, no pueden satisfacer todas estas obligaciones por sí mismas. Así es que como parte de este proceso del plan estratégico debe venir ayuda real: Modelos y formas de hacer alianzas entre congregaciones en ministerio y propósito compartidos, si ustedes tienen la voluntad de hacerlo. Y nosotros les enseñamos cómo, que ustedes pueden hacer estas cosas y ser la iglesia y encontrar la fuerza para que juntos hagamos lo que no podemos hacer solos. Así, nuestra vida común expresará y reflejará lo que creemos acerca del evangelio que proclamamos.

Ahora tengo que decir algo acerca de las contribuciones financieras. Las doce parroquias principales de esta diócesis pagan el 72 por ciento de las contribuciones financieras. Esto no es injusto. Así es como funciona. Se espera más de aquellos a quienes mucho se les ha dado. Jesús dijo eso. Todas nuestras parroquias de recursos están pagando la totalidad de sus contribuciones financieras o tienen un plan para llegar a ese punto, y estoy profundamente agradecido por todo lo que estas iglesias hacen posible en nuestra diócesis. Y estoy agradecido por el compromiso con las contribuciones financieras que vemos ampliamente en toda la diócesis. Pero también tenemos que decir que a finales del año pasado nuestras iglesias han acumulado 5,1 millones de dólares en contribuciones financieras que no se han pagado. Este atraso aumentó por causa de algunos momentos difíciles, lo sé, pero no es demasiado fuerte decir que ha sido desastroso para nuestro propósito común y nuestra misión.

Creo que las juntas parroquiales y el clero no están realmente conscientes del efecto que causan todas estas contribuciones financieras pendientes de pago. Así es que déjenme decirles. Las contribuciones financieras pagadas por nuestras parroquias apoyan el trabajo que por definición nos corresponde a todos nosotros. Esas responsabilidades que van más allá del ámbito de las parroquias individuales, tenemos que hacerlas juntos.

La Iglesia Santa Ana para los Sordos es la congregación más antigua del mundo que sirve a las personas sordas. El fundador de esa iglesia es recordado con un día de fiesta en nuestro calendario litúrgico. Y por lo que yo sé es la única manera en que nuestras doscientas iglesias están tratando de llegar a la comunidad sorda en el ministerio. Pero por una serie de razones, muchas tienen que ver con la naturaleza de la discapacidad, esa iglesia no puede sostenerse sin ayuda urgente. Pero la diócesis no tiene el dinero que este ministerio requiere. Así es que ahora estoy en conversaciones con una parroquia de nuestra ciudad para que asuma la responsabilidad de Santa Ana, y lo haga en colaboración con la diócesis para sostener este importante trabajo. Se trata de una iglesia que está pagando su contribución financiera, y ahora les estoy pidiendo por encima de eso que asuman un gran compromiso. Y Dios les bendiga por querer hacerlo. Me alegro por eso, pero no me olvido de que ser eficaces y estar presentes en las comunidades marginales es una responsabilidad que nos pertenece a todos nosotros.

Tenemos una capellanía universitaria de medio-tiempo y una capellanía muy a tiempo parcial en los condados de Ulster y Dutchess. Esta es un área clave bajo la supervisión del Obispo Shin, y una y otra vez, él y yo juntos nos sentamos a la mesa con lápiz y papel para tratar de repartir ese dinero en suficientes fracciones para al menos poder tener un poco de presencia de capellanía en los colegios vitales de la comunidad de esa región. Muy a menudo tenemos que hablar acerca de dejar un buen trabajo en un lugar para que podamos empezar algo en otro, porque no podemos hacer ambas cosas. En una diócesis repleta de instituciones de educación superior, la capellanía universitaria — que es el manantial de líderes laicos y ordenados del liderazgo de la iglesia para adultos – lamentablemente está sub-financiada. Estos son los ministerios que nunca han podido ni podrán ser capaces de mantenerse a sí mismos, y si no podemos pagar las cuentas, simplemente ellos no existirán.

He invertido dinero para ayudar a la iglesia de San Felipe en Harlem para que mantenga la continua presencia de un párroco en su personal, porque tenemos que ser serios para formar la próxima generación de líderes ordenados de color. Patrick Williams fue el primero en ocupar ese puesto. Él ahora, tras el fallecimiento de nuestro querido hermano Keith Johnson, está prosperando como el sacerdote encargado de la parroquia, y está más que listo para una mayor responsabilidad y liderazgo en esta diócesis cuando la parroquia llame a su próximo rector. Esta es la manera en que formamos y capacitamos a los sacerdotes. Y voy a seguir el compromiso con el curato de San Felipe, pero eso es todo lo que puedo hacer. No puedo hacer eso dos veces. Así es que cada año veo como otros obispos vienen y buscan entre nuestros seminaristas a punto de graduarse, porque muchos de ellos pueden crear posiciones con el fin de atraer y reclutar y retener clérigos prometedores, y yo no puedo. Cada año veo como maravillosos nuevos sacerdotes, educados por nosotros, preparados por nosotros, ordenados por nosotros, se van porque no podemos crear un lugar para ellos.

Una iglesia en una de nuestras áreas más pobres llegó a mí el año pasado para decir que por orden de la ciudad tenían treinta días para cambiar su caldera. No tenían nada de dinero. Al final tuve la oportunidad de darles una parte del dinero y de prestarles la otra parte (un préstamo que no pueden pagar), y creo que entonces tengo que decirles que vayan a trabajar por su propia salvación con temor y temblor. Son en gran parte pobres, son inmigrantes, trabajan increíblemente duro para su iglesia y nunca piden nada, y cuando tienen que pedir, me quede corto. Y no puedo decirles lo triste que me hizo eso.

Durante un año en los ministerios de Altagracia Pérez y Yamily Bass-Choate, tenemos el liderazgo y los recursos humanos para construir el ministerio latino como no lo habíamos hecho en mucho tiempo. Hice un gran compromiso con el ministerio latino cuando hablé con ustedes el año pasado, y ustedes se unieron a mí en eso, y su asociación con nuestros clérigos latinos fue parte integral de ese compromiso. Y está dando sus frutos. A través de los talleres de Nuevo Camino, más y más parroquias están despertando a las posibilidades frente a ellos para crecer y florecer en la diversidad más amplia de sus comunidades, y sabemos que estamos parados en el umbral de una nueva gran obra – nuevos ministerios multiculturales que definirán nuestro futuro en un paisaje demográfico que cambia dramáticamente. Estamos empezando a trabajar con una iglesia en el condado de Rockland que espera dar la bienvenida a una congregación haitiana de habla francesa entre ellos. Una congregación de Nigeria de habla Ibo está dando los primeros pasos para su organización en el Bronx. Una congregación de la Iglesia de habla malayalam del sur de la India se puede mudar a la ahora vacía iglesia en Scarborough y quieren hablar con nosotros acerca de una relación permanente mucho, mucho más profunda con nuestra diócesis. Representantes de esa congregación son nuestros invitados aquí hoy. Los audio digitales (podcasts) de un ministerio emergente de Corea están atrayendo a miles de seguidores y el obispo Shin está en conversaciones serias con ellos acerca de dónde esto podría ir. Si tan sólo pudiéramos darnos el lujo de contratar a un sacerdote. La planificación responsable de misiones en un mundo que cambia rápidamente nos exige flexibilidad y significará nuevas iglesias, y la creación de comunidades alternativas y no parroquiales. La idea de suma cero forzada sobre nosotros debido a la insuficiencia de recursos nos está manteniendo como rehenes de tal manera que siempre estamos cayendo justo por debajo de la marca y que con el tiempo eso nos va a costar muy caro.

Cinco millones de dólares compran un montón de ministerio. Y estas cuotas pendientes de pago han atado las manos de ésta, las diócesis más grandes de la Iglesia Episcopal. Y este es el punto que ustedes deben escuchar, y es doloroso para mí decir: la carga de las cuotas pendientes de pago recae sobre las espaldas de la gente menos dotada de recursos de la diócesis. Los más pobres entre nosotros, los más jóvenes, los inmigrantes, las personas de color, las personas con impedimentos.

Todo el tema de las contribuciones financieras será parte del plan de trabajo estratégico. Necesitamos todas las voces interesadas en esa conversación. Pero hemos creado involuntariamente un clima o una cultura en esta diócesis (que no es cierto en otros lugares) donde ven las contribuciones financieras como págalas-si-puedes. Hay consecuencias que ninguno de nosotros desea, así que simplemente no podemos seguir haciendo esto nunca más.

Al final, supongo que esto que pienso de las contribuciones financieras: son el signo visible del amor que nos tenemos el uno por el otro y la confianza que tenemos en Dios. Ellos son el camino, no es el único camino, pero tal vez es la mejor manera, en que formamos el pueblo santo de Dios a través de nuestras iglesias.

En febrero me invitaron a unirme a otros dieciséis obispos anglicanos de toda la comunión en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, para participar en el debate y la conversación sobre el cambio climático. Aprendí mucho. Una noche me paré al aire libre bajo un cielo claro e índigo oscuro, y me volví hacia el obispo del norte de Argentina y le pedí que me ayudara a encontrar la Cruz del Sur. Levanté la vista hacia ella, estas sencillas cuatro estrellas que yo había anhelado mirar durante tanto tiempo, y me conmoví casi hasta las lágrimas. Por la belleza de la tierra. Por la belleza de los cielos. “¡Oh Señor, Dios mío!”, oré, “¿cómo puedes ser tan bueno?” A la mañana siguiente celebramos la eucaristía en un pequeño parche de hierba verde cerca de una grieta, un arroyo rocoso, en un estrecho cañón, de altas paredes cerca de nuestro centro de retiro. Tal vez era el Jardín del Edén. Y mientras nos sentamos en silencio y oración, dos familias maravillosas de monos babuinos bajaron por los lados del cañón y se escondieron en los matorrales a ambos lados de nosotros, ladrando y aullando el uno al otro mientras comíamos el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Más tarde, un obispo reveló que habíamos sido acompañados en nuestra adoración de la mañana por un coro, magnificando nuestra voz de alabanza, y recordándonos que somos responsables no sólo de nuestra economía y de los intereses humanos, sino también de todo el orden no humano. Somos llamados en esta hora a mejorar, y la creación nos mira con esperanza.

El informe que emitimos a la comunión no tenía pretensiones de ser el tipo de documento que el Papa Francisco puede producir con sus recursos, pero queríamos establecer algunos principios básicos, puntos de referencia y límites, y crear un espacio para que los anglicanos en todo lugar puedan participar en una conversación razonable. Hoy, se presentarán ante ustedes, dos resoluciones en respuesta a ese documento. Una proviene del Equipo de Trabajo sobre Inversiones Socialmente y Ambientalmente Responsables. Proporciona un plan claro, razonable para la desinversión de los intereses de combustible fósil más cuestionables, es un documento exhaustivo y bien pensado. Amplio y profundo. El grupo de trabajo estuvo compuesto por personas del Comité de Inversiones y del Comité del Medio Ambiente de la diócesis, y lo único que les pedí fue que trajeran a esta convención algo que todos pudieran adoptar. Esto es considerablemente un muy buen trabajo, y les felicito a todos ustedes.

La segunda resolución viene del Comité del Medio Ambiente y tiene que ver con la sustentabilidad de nuestros edificios y propiedades, en cuanto a esto tengo que decir que nuestras propias convicciones sobre el calentamiento global convergen en nuestros mayores retos. Aquí es donde se demuestra si estamos actuando realmente en serio.

La resolución propuesta ofrece ayuda y orientación a las parroquias para enfrentar los problemas de energía en sus edificios y establecer metas a corto y largo plazo sobre la sustentabilidad. Una vez más, este es un muy buen trabajo.

Ustedes recordarán que la Convención General ha ordenado que todas las diócesis deban alcanzar la paridad en beneficios de salud entre el clero y los empleados laicos. Esta Diócesis apoya plenamente esa posición, aunque reconocemos la complejidad de su aplicación a través de nuestras iglesias.

En nuestra última convención se presentó una resolución sobre este asunto, la cual fue pospuesta, aunque comprendimos que el mandato debía entrar en vigor el 1o de enero de 2016.

Mucho trabajo se ha hecho sobre este tema desde la última convención, y me complace saber que hoy se ofrecerá una nueva resolución y cuenta con mi total apoyo.

Las Vidas Negras Importan

Cuando nos reunimos hace un año, todavía estábamos anticipando las decisiones del gran jurado en Ferguson y Staten Island. Y pasamos resoluciones en la convención llamando a nuestras iglesias a explorar las profundas corrientes del racismo en sus propias vidas e historias, y para llegar a construir puentes en comunidades locales entre nuestras iglesias y comisarías de policía y en los barrios; para que seamos “los reparadores de la brecha”. Y para cuando la decisión del gran jurado sobre el caso de Eric Garner ocurrió apenas unas semanas más tarde, algunas de nuestras iglesias ya habían hecho exactamente eso, de manera que cuando salimos a las calles en protesta, en algunos de los lugares en que ministramos, fue en el diálogo mutuo que se estaba dando y en las semillas de la confianza ya plantadas.

Algunas de nuestras iglesias agradecieron de sobremanera a la policía por proteger sus derechos de expresión y de reunión. Pero no sabíamos entonces lo que el próximo año traería. Cuando los nueve mártires murieron en la Iglesia Madre Emanuel en Charleston, ya habíamos presenciado, mes tras mes, el patrón implacable de la violencia institucional contra los hombres negros en su mayoría jóvenes. El imperativo de la justicia racial está delante de nosotros de nuevo con una sorprendente urgencia y necesidad de reconciliación racial y se sitúa en el corazón de lo que significa para nosotros ser un solo pueblo. En el mundo, en Estados Unidos, y también en la iglesia, nunca debemos flaquear, ni vacilar en nuestro paso, en nuestra lucha contra la opresión, la injusticia, la violencia, el cinismo, la desesperación y el colapso de la esperanza. Una y otra vez hemos ido y vamos a ir a las calles, y vamos a hacer paz con la violencia y el odio racial. Sin embargo, la iglesia no puede existir sólo con el fin de señalar con el dedo acusador. Martin Luther King no solo llamó a la emergencia, la creación, de la Comunidad Amada de la reconciliación, de sacrificio, predicada sobre la negativa a responder al odio y la violencia, con odio y violencia, sino también a una comunidad conformada por la redefinición de las relaciones humanas; una comunidad comprometida con la inversión de sus recursos compartidos en la superación de la pobreza y para edificar a cada persona. Aunque un hombre de profundos sueños, King también era un pragmático realista. Él creía que la Comunidad Amada era práctica, realista y factible. Estrategia, no sueños deseados. Pero si queremos un mundo diferente tenemos que crearlo, sin aceptar siempre la división eterna de la raza humana en bandos irreconciliables, sino que por la transformación y la conversión del corazón humano, del alma humana, y luego de la familia humana a través del amor del amigo y del enemigo y del extraño en la puerta. Dijo que esto es posible. Pero necesita atención.

Las Vidas Negras Importan es el reclamo insistente hecho en contra de la realidad deshumanizante que la supremacía blanca en Estados Unidos embota la capacidad de las personas de la cultura de la mayoría de mirar a alguien diferente en raza o género o cultura o religión y ver en ellos a alguien como ellos mismos. Para ver en ellos la misma humanidad. Esa incapacidad está escrita con letras mayúsculas y fáciles de identificar en el lenguaje vil y en las acciones destructivas de los racistas virulentos. Es mucho más difícil para nosotros reconocer en los valores predeterminados mentales a menudo inconscientes que ocurren en nuestras decisiones diarias y en las formas en que nos relacionamos con otras personas. Eso también se teje en la vida de la iglesia, que se imprime en la forma de pensar y de tomar decisiones de manera que no somos conscientes.

En febrero, Margaret y yo invitamos a los clérigos negros de la Diócesis de Nueva York para que vinieran a nuestra casa para una recepción y un momento para conversar. Cuando planeamos esto, el Canónigo Simmons y yo pensábamos que íbamos a hablar sobre cómo reclutar jóvenes de color para el ministerio ordenado de la iglesia. Pero lo que oí esa noche fue que es difícil para el clero alentar a los jóvenes de color para que entren en el ministerio cuando hay tan pocas oportunidades disponibles para ellos, y cuando la promoción profesional con demasiada frecuencia se detiene en el borde del Bronx.

Lo que escuché fue el dolor de clérigos negros muy altamente calificados preguntándose por qué no pueden ser vistos como candidatos naturales para las rectorías de las congregaciones más grandes y con más recursos, por lo general la mayoría son congregaciones blancas. Lo que escuché fue el pedido de personas serias para ser tomadas en serio, para ser consideradas – que acabamos de considerar – para la clase de ministerios parroquiales de perfil mayor que pueden conducir a un verdadero liderazgo a través de toda la iglesia. Escuché. Fue difícil. No podemos cambiar esta cultura, a menos que lo hagamos de una manera totalmente intencional, por lo que la Canóniga Tammearu y yo colaboraremos con estos mismos clérigos para rediseñar la manera en que recibimos nombres para las parroquias asegurándonos que cuando se den listas de candidatos a las iglesias, éstas sean listas de candidatos que representan la más completa diversidad de la iglesia. Y entrenar a las juntas parroquiales para que aprendan a imaginarse voces de liderazgo para sus parroquias que de otra manera podrían haber dejado pasar, pero que pueden bendecir ricamente su vida en común. Es un paso. Pero se trata de prestar atención.

El Canónigo Simmons y yo, de vez en cuando, nos hemos seguido reuniendo con un pequeño grupo de representantes del clero que estuvieron en mi casa esa noche. Y hace unas semanas nos reunimos mientras comíamos sándwiches en mi oficina. Empezamos a hablar sobre estos mismos temas, pero la conversación cambió, y un sacerdote comenzó a compartir sus experiencias del Indaba, y cuan rico fue entrar tan profundamente en los hogares y la cultura de las personas cuyas vidas y comunidades eran tan diferentes a la suya. Y entonces un sacerdote miró a su alrededor en este grupo de clérigos negros y dijo, “necesitamos más gente en esta mesa, necesitamos algunas personas blancas en esta mesa.” Y lo que surgió fue el deseo, que se convirtió en una invitación, para sostener conversaciones amorosas y honestas sobre las razas y con todas las razas en esta diócesis. Una invitación primero al clero, para que podamos reunirnos como hermanos y hermanas y juntos cruzar la barrera.

El espíritu de ese deseo se engloba en la primera de las resoluciones presentadas hoy por el comité de reparaciones. Insto a su aprobación, y voy a pedirle a los patrocinadores de esta resolución que den orientación y ayuda y recursos para ayudar a las congregaciones en este trabajo. En esta hora nada es más importante. La segunda resolución de la comisión de reparaciones pide a las congregaciones que lean juntos el libro titulado The New Jim Crow, y que participen de manera significativa en el estudio del flagelo de la encarcelación en masa: doblegar la mente racista de las leyes y los tribunales de los Estados Unidos hacia el control social debido al encarcelamiento de los números extraordinarios de hombres latinos y negros. Este fenómeno, único en América, el cual significa la destrucción de comunidades y familias, exige la atención de cada persona. Estoy muy agradecido por estas resoluciones y agradezco a Diane Pollard por presentarlas hoy. Hemos llegado hasta aquí por la fe. Pero Señor, ¿hasta dónde tenemos que llegar?

Hace dos semanas, cuando Michael Curry entró en la Catedral Nacional para ser instalado como el 27o Obispo Presidente de la Iglesia Episcopal, se encontró en la puerta con esta demanda: “Dinos quién eres.” Y él respondió: Soy Michael Bruce Curry, un hijo de Dios, bautizado en la Iglesia San Simón de Cirene, el 3 de mayo de 1953, y desde entonces he tratado de ser un fiel discípulo de Jesucristo”. No hay nada en lo que yo crea más que en todo lo que está representado en esas palabras y esa bienvenida es la verdadera voluntad de Dios. Hemos elegido a Michael porque él es un cristiano excepcional, un hombre de amor y poder, y un líder. Un seguidor de Jesús sin avergonzarse, que habla de él todo el tiempo. Pero también es afroamericano y un episcopal de nacimiento, y por el trabajo que tenemos ante nosotros – esta reconciliación, esta realización de la paz, la reparación de la brecha – lo sé, será para nosotros, bendición tras bendición. Porque él es sabio, y él es amoroso: este hombre, nuestro maestro y nuestro guía.

Sostenlo, Señor, por tu Espíritu Santo. Dale un corazón inquisitivo y perspicaz, el coraje de gobernar y perseverar, un espíritu de conocerte y amarte, y el don de la alegría y de maravillarse en todas sus obras. Gran parte de la obra de la iglesia es tan difícil, los retos son formidables, y los obstáculos que se nos presentan son imposibles. Que Dios nos haga valientes y fuertes y fieles al emprender este viaje. Mis queridos amigos, les amo tanto. El caminar junto a ustedes sigue siendo el privilegio de mi vida. Y yo sé, el trabajo duro vale la pena. Vale la pena, totalmente. Amén.

 

El anuncio de María Glasspool:

La primavera pasada tuve mi primera reunión del año con el Comité de Presupuestos, cuando ellos comenzaban el trabajo que resultó en el presupuesto que vendrá ante ustedes hoy. Y se preguntaron si la Diócesis de Nueva York debe de nuevo, como ha sido nuestra costumbre, tener el ministerio de tres obispos. Me dijeron que estaban preocupados porque el Obispo Shin y yo no podríamos mantener solos el ritmo de este trabajo a largo plazo y seguramente envejeceríamos antes de tiempo y nos convertiríamos en vejetes desgastados (que nuestro cabello podría volverse blanco o incluso caerse) bajo el peso de muchas iglesias y muy pocos obispos — por lo que querían darnos la ayuda para hacer todo esto un poco más manejable. Me dijeron que tenían la intención de poner el costo de un tercer obispo en el presupuesto y me recomendaron que diera los pasos para ver cómo podíamos hacer de esta propuesta una realidad. Consulté a mis asesores y recibí el mismo fuerte estímulo, mientras nos acercábamos al verano, inicié conversaciones con un obispo de la iglesia en otro lugar y a quien admiro mucho, para explorar juntos esta posibilidad.

Ahora voy a pedirles que se abstengan en este momento de enviar cualquier comunicación por Tweeter o Facebook o por cualquier otra forma de comunicación fuera de esta convención sobre lo que estoy a punto de decirles. Hay un anuncio que debe hacerse en dos diócesis hoy, y ambas diócesis merecen la cortesía de que esto no se publique primero en todos los medios sociales.

Las conversaciones iniciadas a finales de primavera continuaron personalmente en la Convención General en Salt Lake City, y se hicieron más y más sustantivas y más sentidas al continuar el verano, hasta que finalmente en septiembre yo tuve el agrado de ofrecerle el cargo de Obispo Auxiliar a la Reverendísima Obispa Mary Glasspool, obispa sufragánea de la Diócesis de Los Angeles, y ella aceptó. Mary es una persona de extraordinaria capacidad y profunda fe, una verdadera amiga, y una obispa experimentada. Ella nos bendecirá en miles de formas, y para mi es una alegría personal ¡hacer este anuncio! Como muchos de ustedes saben, ella nació en Staten Island cuando su padre era el rector conjunto de la Iglesia de Todos los Santos y la Iglesia San Simón. Cuando ella tenía tan sólo unos meses de edad su padre asumió la rectoría de la Iglesia San Santiago en Goshen donde el siguió hasta su jubilación, y donde Mary fue criada hasta la edad adulta. Su hermana sigue en esa parroquia hasta este día, y cualquier emoción que ustedes puedan sentir porque Mary viene a Nueva York, ¡no se compara con la alegría en esa familia! Así es que éste es un gran regreso a casa.

Mary y yo en realidad tuvimos años atrás una especie de conversación sobre “¿qué pasaría, si algún día”? pero, fue el anuncio por parte del Obispo de Los Ángeles quien llamó a la elección de su sucesor lo que creó el clima de transición que permitió estas conversaciones y este llamado.

De hecho, momentos después de que Mary le dijo al Obispo Bruno acerca de esta decisión la semana pasada, el me llamó. Mis primeras palabras fueron “Jon, ¿seguimos siendo amigos?”, Y él dijo: ¡”Absolutamente, hermano”! Y me complace que este nuevo compromiso también tenga su bendición.

Mary continuará su trabajo en Los Angeles hasta Pascua de Resurrección, y comenzará su servicio en Nueva York el 10 de abril, con su primera visita parroquia el 10 de abril a la parroquia de su hermana, antigua iglesia de su padre. Mary y Allen han tenido mucho tiempo para hablar acerca de esto también, y sé que nosotros tres miramos hacia el futuro confiados en la ampliación de esta alianza al servicio de una diócesis que todos amamos. Ustedes sabrán mucho más acerca de esto a medida que avancemos, pero que nuestras oraciones ahora sean oraciones de acción de gracias.

 

Estoy feliz de traerles estas palabras de saludo de la Obispa Glasspool:

Querido(a)s hermanos y hermanas en Cristo,

Es un honor y un privilegio enviarles un saludo en medio de su 239a Convención Anual.

Estoy consciente de la importancia de cada minuto de su tiempo juntos en que la Diócesis de Nueva York sigue trabajando para traer el Reino del Amor y la Justicia de Dios en esta tierra. Así es que permítanme simplemente decirles lo profundamente agradecida que estoy con Dios, con los Obispos Andy y Allen, y con todos ustedes por la maravillosa oportunidad de servirles en los meses y años venideros.

Lo hago con gran alegría y con cierto saludable asombro y temor.

Esperando ministrar con ustedes y aprender todo lo que yo pueda acerca de una diócesis a la cual he amado desde la infancia: de Tivoli a Tottenville; de Callicoon a Port Chester. Por ahora, les deseo todas las bendiciones y la paz de Dios.

+Mary Glasspool

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